Vivo de las palabras, tanto las escritas como las dichas al aire. Son vitales para mi trabajo, como también lo son para mi nuevo (o retomado) hobby de blogger newbie.
Leer cómo escriben, ver qué escriben y presenciar dónde escriben cuando las personas escriben, es un ejercicio que me ayuda a estar siempre alerta a varias conversaciones al mismo tiempo. Sobre todo, para saber cómo es el estadio de ánimo del interlocutor. No me convence quedarme con la liviandad del primer vistazo, esa primera impresión asesina tan característica mía. Siempre existe una idea secundaria debajo de la principal, y casi siempre resulta más importante que la primera.
Eso es lo más interesante, si no lo más enriquecedor, de nuestro idioma. Quienes me conocen de cerca saben que la ironía es mi lengua nativa, corolada con toques de sutileza y muchísimo doble sentido dependiendo del caso particular. Mucho me costó balancear todo eso hasta convertirlo en un mix interesante y de buen gusto; por lo tanto me gusta ejercitarlo constantemente.
Además sabemos que esos recursos idiomáticos no son comunes a todos, y son ajenos a unos cuantos. De manera que, quienes sabemos utilizarlos, podríamos ser los conserjes de la Torre de Babel.
Irónicos, alegres, reflexivos, sarcásticos, derrotistas, quejosos, chispeantes, directos, tímidos, reservados, sinceros, picantes... todos los rasgos de nuestra personalidad quedan al descubierto cuando nos expresamos. No quiero decir con esto que se entiende lo que queremos expresar, sino que sencillamente el estado de ánimo es quien queda al desnudo cuando nos expresamos.
Sobre todo en esta época en que el lenguaje se encuentra tan bastardeado (no me cierra la idea de "aggiornado"), tanto por licencias idiomáticas como por los diferentes... llamémosle dialectos varios de los estratos sociales, el ahorro en las telecomunicaciones (la rapidez de escritura en los sms, programas de mensajería instantánea y redes sociales, haciendo gala todo ello de su informalidad) o el mero desconocimiento de quienes no tuvieron la oportunidad de educarse.
¿Me piden una conclusión? No se puede conocer a una persona por el mero hecho de leer un puñado de expresiones proferido por ella. Quien afirme esto, algo tan clásico de escuchar de parte de tantos filósofos de bar, no es un conocedor sino un ladri. Cuanto mucho, puede dar una idea muy sutil en cuanto a aproximación de la personalidad de la persona, pero solamente rasgos muy externos. Ni hablar, en mi modesta opinión y experiencia de vida, de quienes juzgan la personalidad por su manera de escribir a mano alzada. Eso ya radica en lo puramente descarado, ya que para plantear estas cosas nada mejor que un buen y desconocido psicólogo.
Ahora bien, no sirve de nada ser un literato destacado, o un orador exquisito, si no se cuenta con una platea acorde. Y más allá de la única persona que declara leer este humilde espacio, sé que lo hacen otros internautas cuya opinión respeto muchísimo por estar involucrados en los medios desde hace tiempo y haber demostrado que la pluma es más poderosa que la espada, voto a Jack Nicholson.
Pequeñas alegrías de alguien que se esfuerza en escribir algo ameno e interesante a la vez.
Lo cual hace que me pregunte, tras esta introducción un tanto larga, el tópico que me llevó a escribirla. ¿Por qué cazzo las minas que son las más perras, fiesteras y zarpadas, son las primeras que claman que "ya no quedan hombres!", o ponen una cita de Bucay acerca de lo solas e incomprendidas que se sienten, o un aforismo de Narosky pidiendo por el príncipe azul que las lleve al palacio de cristal en su muro de Facebook? ¿No se dan cuenta que todos los que ya pasamos por esa histeriqueada sabemos de memoria que son las primeras que, después de jurarte amor eterno tras la sexta botella de Frizze, se van derechito al baño a fisurar media hora y después le pasan el teléfono a cuanto chongo se cruce en el medio, o en cuanta red social de trampa puedan conocer? Pero ojo, vos seguís siendo el amor de sus vidas eh, no te confundas...
¡Carajo, qué bronca que me dan!
No hay comentarios:
Publicar un comentario